jueves, 21 de enero de 2010

¿QUE CARAJO HAGO YO AQUI?

Por Martha Pardiño
Cuando llegamos mi marido y yo a Miami, el 31 de Julio de 1962, en uno de los últimos vuelos de la compañía Pan American, con una flaca maleta - pues en ese tiempo sólo permitían traer tres mudas de ropa -, al vernos en el aeropuerto de esta ciudad, tan solos, en un país extraño, sin saber a donde ir, ni que hacer, ni a quien contarle nuestra tragedia, y sin un centavo en los bolsillos, pensé: “¿qué carajo hago yo aquí?”. Y, a pesar de haber estado presos los dos en la isla, de pronto sentí que se me hacía un nudo en la garganta y se me llenaban los ojos de lágrimas, y ¡deseé con todas las fuerzas de mi corazón, volver a mi Habana querida, abrazar a mis padres, y visitar mi casita de la calle Vista Alegre!
Cuando en octubre de ese mismo año, me comenzaron los dolores de parto y mi marido tuvo que pedirle prestado su transportation a un vecino, - por cierto, el cacharro tenía un peligroso hueco en el piso del lado del chófer por donde se veía el pavimento -; y ya camino al hospital Mercy, me sentí tan nerviosa y angustiada, que me volví a preguntar: “¿qué carajo hago yo aquí?” Y anhelé en ese momento la compañía de mi madre y de mi hermana y el cariño de toda mi familia y mis amigos. Tengo que decir, en honor a la verdad, que no nos costó nada el parto ni la estancia en el hospital y la atención fue excelente. Yo estaba en un salón de seis camas de recién paridas y era la única que nunca tuvo visitas.
Cuando fallece mi madre en La Habana y hago los arreglos para ir al velorio y me niegan la entrada a Cuba, ¡enloquecí de rabia y de dolor y deseé nunca haber salido de mi patria y haber podido estar al lado de mi viejita en sus últimos momentos! Y una vez más repetí para mí: “¿qué carajo hago yo aquí? Comprendo que en esos instantes me invadió una terrible sensación de impotencia y desesperación al pensar que ni siquiera podría darle un beso de despedida a mi querida madre.
Cuando a los seis meses de nacido, a mi hijo Carlos le detectaron un defecto en las piernas y me dieron una carta para llevarlo urgentemente al Miami Children’s Hospital para que le hicieran una evaluación para decidir si la cosa era de operación o si se podía arreglar de otra manera, confieso que me volví loca de dolor, y me ví tan sola, y tan desamparada con mi hijito en brazos, que corrí a la calle y grité: “¿qué carajo hago yo aquí?” Gracias a Dios a mi hijo le pusieron yeso en sus piernecitas y en unos meses se arregló el defecto y quedó perfecto. Tampoco en esa ocasión, tuvimos que pagar nada.
Ahora que han pasado tantos años, me pongo a pensar en aquellos momentos difíciles en que fervientemente deseé estar nuevamente en mi tierra, con mis seres queridos, en mi casita…y me pregunto: ¿qué hubiera sido de nosotros si nos hubiéramos quedado en Cuba después de estar presos y de tener una causa pendiente contra el régimen?
¿Qué hubiera sucedido si doy a luz en Cuba y al querer salir, no nos dejan ir o no dejan salir a nuestro hijo?
¿Qué hubiera ocurrido, si hubiera podido ir La Habana al velorio de mi madre y después no me dejan regresar a USA? ¡Yo allá en Cuba presa y mi marido y mis tres hijos aquí en Miami!
¿Pienso lo qué le hubiera pasado con mi hijo en la Cuba del tirano si se le presenta el defecto en las piernas y me niegan la oportunidad de llevarlo a un médico? Aquí tuvimos la atención de un especialista que lo atendió con dedicación y esmero y el cariño extremo que nos brindó todo el staff del hospital de niños de Miami. Otra vez, no tuvimos que pagar un solo centavo.
Este exilio ha sido duro y hemos tenido momentos de flaqueza y de desesperación y cuando pienso en aquellas circunstancias, le doy gracias a Dios porque pudimos carenar en un país generoso que nos abrió sus puertas y nos ayudó a rehacer nuestras vidas.
EDICIÓN DEL SÁBADO 16 DE ENERO, 2010




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2 comentarios:

  1. Buena pregunta para un emigrante "¿que carajo hago yo aquí?"...
    Doloroso debe de ser cuando uno se encuentra con las manos vacías en un país extraño, a la búsqueda de un futuro, de un porvenir mejor...Solo lo sabe el que lo pasa.Somos afortunados los que no tuvimos que emigrar.
    Y el no dejarle volver a su país de origen en momentos tan delicados...me figuro esa impotencia.
    Decirle que la vida siempre nos guarda sorpresas y a veces no son como quisiéramos que fuesen.
    Fué un enorme placer pasar por su blog.

    Desde Galicia un agarimoso saludo.

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  2. Que hermosa historia. La vida nos sorprende colocándonos al centro de partida de un radial de alternativas y aventuras, mil caminos abiertos para una decisión que el albedrío disipará.

    Gracias Martha querida por relatar este capitulo. A veces estando en la propia tierra nos preguntamos ¿qué carajo hago yo aquí?

    Soy un luchador, pero me pregunto si no se me hace tarde para encontrarme con mi propia historia, algo debe haber tras esa acuarela de destinos… tengo temores y me estoy en una paila donde el agua se entibia lentamente. No quiero acostumbrarme a este ambiente, tal vez el agua hierva y termine por asarme en mi propia tozudez.

    Temo, como todos, llegar a sentir el vació del inmigrante y deshacer mi propia historia, tengo miedo de sentir que no tengo a qué o dónde volver... Es un destino heterogéneo e indescifrable, pero de algo estoy seguro… Dios está al final de todos los caminos.

    ___________Dorian

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